En esta conversación con el Dr. Alexi Avilez, exfuncionario de seguridad ciudadana de Huamanga y colaborador en la formulación de la Ley 27933, exploramos las raíces de la crisis de inseguridad en el Perú, el impacto del crimen organizado y las soluciones estructurales que el país necesita.
¿Cómo califica la situación de seguridad ciudadana en el Perú hoy?
Estamos viviendo un colapso de la seguridad ciudadana, donde el Estado ha perdido el control de amplios territorios y el crimen organizado ha consolidado su presencia en regiones estratégicas, estamos en un Estado de naturaleza hobbesiano, donde «el hombre es un lobo para el hombre». El Estado ya no garantiza el monopolio legítimo de la violencia, como planteó Max Weber. En muchas zonas del país, las bandas criminales han reemplazado a las fuerzas del orden como autoridades de facto, imponiendo sus propias reglas mediante el sicariato y la extorsión. Si el Estado no recupera su soberanía territorial, pronto tendremos enclaves totalmente dominados por el crimen, como ocurre en algunas regiones de México y Colombia
¿Cuál es la principal causa de esta crisis?
La impunidad. La falta de sanción efectiva ha convertido al crimen en una actividad de bajo riesgo y alta rentabilidad. Como dijo Cicerón, «cuando se ha perdido la justicia, ¿qué otra cosa es el Estado sino una gran banda de ladrones?» En el Perú, el 97% de los delitos quedan impunes. Los criminales saben que pueden matar, extorsionar y secuestrar sin que haya consecuencias reales. No basta con capturar a sicarios de bajo nivel; hay que desmantelar las redes de corrupción que protegen estas estructuras criminales. Otro problema es la corrupción en las fuerzas del orden, ministerio público y el poder judicial, lo que permite que delincuentes peligrosos salgan libres en cuestión de días. «Cuando la ley pierde su fuerza, el crimen se fortalece» (Aristóteles).
Se ha dicho que los migrantes son responsables del crimen. ¿Es cierto?
No. El discurso que culpa a los migrantes por el aumento de la delincuencia es una estrategia política para desviar la atención de los verdaderos problemas. Según el Instituto de Defensa Legal, solo el 2% de los delitos en Lima son cometidos por extranjeros. Este dato desmonta la narrativa de que la inseguridad es consecuencia de la migración. El verdadero problema está en las mafias locales, que operan con protección de sectores corruptos del Estado. Como señaló Jean-Paul Sartre, «cuando un gobierno no puede resolver los problemas reales de la gente, busca fabricar un enemigo para culparlo de todo.»
Entonces, ¿quiénes son los verdaderos responsables?
Las organizaciones criminales nacionales, que se han fortalecido gracias a la corrupción y a la inacción del Estado. Estas mafias están detrás del narcotráfico, la prostitución, la extracción de madera ilegal, el lavado de activos, la extorsión y la minería ilegal. Además, hay que señalar que el crimen organizado no puede operar sin complicidad estatal. Las mafias no solo corrompen policías, fiscales y jueces; también financian campañas políticas y tienen operadores dentro del Estado. Como decía Platón, «cuando la corrupción domina la política, el crimen deja de temer la ley.»
¿Cómo operan estas mafias?
Controlan la economía del crimen: narcotráfico, prostitución, extracción de madera ilegal, lavado de activos, extorsión y minería ilegal. Utilizan el sicariato para eliminar enemigos, la extorsión para someter a comerciantes y la corrupción para evitar ser perseguidos. El problema no es solo la violencia, sino el poder económico que han acumulado. Con los millones de dólares que generan, pueden comprar jueces, fiscales y políticos, garantizando su impunidad. Como advertía Maquiavelo, «la corrupción es el cáncer de los Estados, pues debilita la autoridad y fortalece a los delincuentes.»
¿Qué nos dice el asesinato del excongresista Óscar Medelius?
Es un clásico caso de crimen organizado. No fue un robo, fue una ejecución premeditada con sicarios profesionales. Este tipo de crímenes muestran que en el Perú la vida de una persona puede valer menos que un ajuste de cuentas. Michel Foucault, en «Vigilar y Castigar», explicó que la violencia no es espontánea, sino un reflejo del orden social. Cuando el Estado permite que las mafias operen con impunidad, la violencia se convierte en un mecanismo de poder.
En el VRAEM, mataron a dos mecánicos y a un conductor ¿Qué significa esto?
Estos crímenes son mensajes de las mafias que operan en la zona. No se trata de hechos aislados, sino de una estrategia de control territorial. En contextos donde el Estado no tiene presencia efectiva, el crimen organizado se convierte en la autoridad de facto. Lo que estamos viendo en el VRAEM es el mismo patrón que usaron las FARC en Colombia y los carteles en México: Ejecuciones selectivas para sembrar terror. Extorsión a comerciantes y empresarios para controlar la economía local. Cooptación de jóvenes sin oportunidades para convertirlos en sicarios o colaboradores. Esta violencia se perpetúa porque nadie se atreve a denunciar, ya que el miedo a represalias es más fuerte que la confianza en el sistema de justicia. Como decía Edmund Burke, «para que el mal triunfe, solo se necesita que los buenos no hagan nada.»
¿Por qué los sicarios asesinan en plena vía pública?
Porque la impunidad les da confianza. En otros países, un sicario sabe que, si comete un asesinato a plena luz del día, será capturado y enfrentará una condena severa. Pero en el Perú, el sistema judicial y penitenciario está tan debilitado que muchos criminales saben que pueden salir libres en poco tiempo. Además, los sicarios matan en lugares públicos porque quieren generar terror colectivo. Este tipo de asesinatos buscan enviar un mensaje claro: «nadie está a salvo y el Estado no puede protegerte.» En términos de estrategia criminal, esta táctica refuerza la percepción de que el crimen organizado es más fuerte que las autoridades. Como advirtió Montesquieu, «cuando el temor a la ley es menor que el temor al crimen, la sociedad está en decadencia.»
¿Cree que el gobierno tiene un plan contra la violencia?
No. Lo que tenemos es una respuesta improvisada, basada en operativos mediáticos que no atacan el problema de fondo. Las estrategias actuales no buscan desmantelar las redes criminales, sino simplemente mostrar acción ante la presión mediática. El crimen organizado no se combate con capturas aisladas, sino con inteligencia, coordinación internacional y sanciones efectivas. En el Perú, el Estado parece más preocupado por administrar la crisis que por resolverla. Como decía Sun Tzu en «El Arte de la Guerra», «la victoria pertenece a quienes se preparan con anticipación, no a los que reaccionan con desesperación.»
En su gestión en Huamanga, redujo el pandillaje sin represión. ¿Cómo lo hizo?
Aplicamos una estrategia basada en prevención y reinserción, no solo en castigo. El error común en las políticas de seguridad es creer que la represión resuelve el problema. Pero como decía Beccaria en «De los Delitos y las Penas», «el castigo severo no previene el crimen si la sociedad sigue generando delincuentes.» Lo que hicimos en Huamanga fue: Identificar a los jóvenes en riesgo y ofrecerles alternativas reales: educación, empleo y deporte. Crear programas de liderazgo juvenil para que se conviertan en agentes de cambio en su comunidad. Involucrar a las familias y la comunidad en el proceso de rehabilitación. El resultado fue que el 80% de los jóvenes que participaron en estos programas abandonaron las pandillas y se integraron a la sociedad.
¿Por qué no apostó por la represión?
Porque la represión solo funciona a corto plazo. En muchos países, la militarización de la seguridad ha generado más violencia en lugar de reducirla. Si el Estado solo se enfoca en perseguir y encarcelar, pero no ofrece oportunidades a los jóvenes en riesgo, el crimen se recicla. Como decía Nelson Mandela, «la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo.» En Huamanga, no tratamos a los jóvenes como criminales, sino como personas que el sistema había abandonado. Y cuando les dimos herramientas para salir del ciclo de la violencia, la mayoría eligió un camino diferente.
¿Qué estrategias concretas implementaron para reducir la delincuencia juvenil?
Programas de reinserción educativa y laboral. Creación de brigadas juveniles de seguridad, con la participación de ex pandilleros reformados. Alianzas con empresas locales para dar oportunidades de empleo a jóvenes en riesgo. Trabajo comunitario supervisado, donde los jóvenes compensaban sus faltas con servicio a la sociedad. Este enfoque está basado en el modelo de Justicia Restaurativa, que ha tenido éxito en países como Canadá y Noruega. En lugar de solo castigar, buscamos reconstruir el tejido social.
¿Funcionó la estrategia en el largo plazo?
Sí, los resultados fueron contundentes. El 80% de los jóvenes que participaron en nuestros programas de reinserción dejaron la delincuencia y se convirtieron en ciudadanos productivos. El problema con la delincuencia juvenil no es que los jóvenes sean intrínsecamente delincuentes, sino que las condiciones sociales, económicas y familiares los empujan hacia la criminalidad. Víctor Hugo lo dijo claramente en «Los Miserables»: «abrid escuelas y se cerrarán cárceles». Si les damos oportunidades, muchos jóvenes prefieren trabajar y estudiar en lugar de arriesgarse en la delincuencia. El problema es que el Estado ha fallado en garantizar esas oportunidades.
¿Se podría replicar este modelo a nivel nacional?
Absolutamente. Pero esto requiere un cambio de paradigma en la seguridad ciudadana. La lucha contra la delincuencia no puede limitarse a la represión policial. Necesitamos un modelo integral, donde el Estado, el sector privado y la sociedad civil trabajen juntos en: Prevención y educación en zonas vulnerables. Oportunidades de empleo para jóvenes en riesgo. Programas de reinserción para exdelincuentes. Trabajo comunitario y empoderamiento ciudadano. Aristóteles decía que «el Estado es responsable de la educación de sus ciudadanos, porque la ignorancia es la madre de la delincuencia». En el Perú, no hemos entendido esta lección y seguimos tratando la criminalidad como un problema exclusivamente policial.
¿Cómo se debe combatir el sicariato?
El sicariato no se combate solo con capturas y operativos. Se necesita una estrategia de inteligencia y desarticulación de las redes criminales. Debemos seguir la cadena del crimen y capturar a los autores intelectuales, no solo a los sicarios. Reducir la impunidad judicial con sanciones severas y procesos rápidos. Cortar el financiamiento del crimen organizado, atacando sus redes económicas. En Colombia y México, se ha demostrado que matar o encarcelar sicarios sin desmantelar las redes de financiamiento solo hace que los carteles busquen nuevos reclutas. Como decía Sun Tzu, «si quitas el agua, el pez no puede nadar».
¿Qué rol deben cumplir las Juntas Vecinales en la lucha contra el crimen?
Las Juntas Vecinales son clave en la seguridad comunitaria. No podemos depender solo de la policía. Las Juntas Vecinales pueden: Monitorear y reportar actividades sospechosas en su comunidad. Prevenir delitos con presencia activa en calles y espacios públicos. Colaborar con la policía para generar información de inteligencia local. En Japón, el modelo de Koban (pequeñas estaciones policiales dentro de los barrios) ha demostrado que la vigilancia comunitaria reduce la criminalidad sin necesidad de represión excesiva.
¿Y los Comités de Autodefensa (CAD)?
Los Comités de Autodefensa jugaron un papel fundamental en la pacificación del Perú en los años más duros del terrorismo. Hoy, podrían ser un elemento clave en la seguridad rural. El problema es que el Estado los ha abandonado. El Ministerio de Defensa debe reglamentar la Ley de los CAD y garantizarles apoyo legal y logístico. Si el crimen organizado está bien financiado y armado, las comunidades no pueden enfrentarlo solas. En Colombia, los grupos paramilitares surgieron porque el Estado no protegía a las comunidades. No queremos repetir ese error en el Perú. Como decía Maquiavelo, «el príncipe que no protege a su pueblo, tarde o temprano será reemplazado por alguien que lo haga.»
¿Cómo modernizar la seguridad ciudadana en el Perú?
No podemos seguir usando estrategias del siglo pasado para enfrentar el crimen del siglo XXI. Incorporar tecnología en la lucha contra el crimen: videovigilancia, reconocimiento facial, análisis de datos. Fortalecer la inteligencia criminal y el trabajo encubierto para infiltrarse en redes criminales. Implementar programas de prevención social en colegios y comunidades vulnerables. Como decía Einstein, «no podemos resolver un problema con la misma mentalidad que lo creó».
¿Por qué dice que los equipos de seguridad deben incluir civiles y no solo policías y militares?
Porque la criminalidad es un fenómeno social, no solo un problema policial. Un equipo de seguridad ciudadana debe incluir: Criminólogos, para analizar el comportamiento del crimen. Psicólogos y sociólogos, para entender las causas del delito. Educadores y trabajadores sociales, para prevenir el reclutamiento de jóvenes en el crimen. Durkheim decía que «el crimen es una enfermedad social que debe ser tratada con conocimiento, no solo con fuerza.» Si seguimos dejando la seguridad solo en manos de expolicías y exmilitares, seguiremos atacando los síntomas sin curar la enfermedad.
¿Qué país ha manejado bien la seguridad ciudadana?
Noruega y Portugal son ejemplos de éxito. Ambos países han demostrado que la seguridad no se consigue llenando cárceles ni militarizando las calles, sino invirtiendo en prevención, rehabilitación y políticas de justicia efectiva. Noruega ha logrado reducir la reincidencia delictiva a menos del 20% mediante programas de reinserción social y educación dentro del sistema penitenciario. Su modelo de prisiones abiertas rehabilita en lugar de castigar, permitiendo que los reclusos desarrollen habilidades laborales para reinsertarse en la sociedad. Portugal despenalizó el consumo de drogas en 2001 y en lugar de criminalizar a los consumidores, implementó políticas de salud pública y rehabilitación, logrando reducir drásticamente el crimen relacionado al narcotráfico y la violencia callejera. Estos modelos prueban lo que Confucio dijo hace siglos: «La mejor manera de combatir el mal no es con la fuerza, sino con la sabiduría.»
¿Qué país ha fracasado en su estrategia de seguridad?
México y Brasil han fallado porque han apostado por la militarización sin atacar las causas del crimen. En México, la llamada «guerra contra el narcotráfico» ha dejado más de 400,000 muertes y desapariciones desde 2006, sin que el crimen organizado haya sido desmantelado. Los carteles son más fuertes que nunca y el Estado ha perdido control en varias regiones. En Brasil, las favelas han sido ocupadas por el ejército y la policía militar, pero la violencia sigue creciendo. En lugar de erradicar el crimen, han provocado más enfrentamientos y muertos civiles. El error de estos países fue creer que el crimen se combate solo con armas y patrullas, cuando en realidad es un problema estructural.
¿Qué modelo debería seguir el Perú?
El Perú tiene dos caminos: seguir el modelo fallido de militarización o apostar por una estrategia basada en inteligencia, prevención y desarrollo social. Prevención: Educación, empleo juvenil y oportunidades económicas en zonas vulnerables. Inteligencia: Infiltración en redes criminales, seguimiento financiero y cooperación internacional. Justicia efectiva: Procesos rápidos, penas proporcionales y un sistema carcelario que rehabilite en lugar de solo castigar. El Perú no necesita más cárceles, sino menos criminales, y eso solo se logrará atacando las causas del crimen, no solo sus consecuencias. Como decía Aristóteles, «la mejor estructura política es aquella que evita que los ciudadanos caigan en la delincuencia.»
¿Por qué el Plan Estratégico de Seguridad Ciudadana de Huamanga de 2004 necesita actualizarse?
Han pasado más de 20 años y las dinámicas del crimen han cambiado radicalmente. Antes, el principal problema era el pandillaje y los delitos comunes. Hoy enfrentamos sicariato, narcotráfico transnacional, extorsión digital y corrupción dentro del sistema judicial y policial. El nuevo plan debe incluir: Uso de tecnología para combatir el crimen. Estrategias para erradicar la corrupción en las instituciones de seguridad y justicia. Un enfoque preventivo que ataque las raíces sociales de la delincuencia. Un país que no actualiza sus estrategias de seguridad está condenado a perder la batalla contra el crimen. Como decía Maquiavelo, «quien se adelanta a los problemas los gobierna, quien espera a que ocurran, solo los padece.»
¿Qué propone en este nuevo plan de seguridad ciudadana?
Mi propuesta se basa en tres pilares fundamentales: 1. Fortalecimiento de la Seguridad Comunitaria: Reactivar las Juntas Vecinales y Comités de Autodefensa con apoyo legal y logístico. Implementar brigadas de vigilancia ciudadana con participación activa de la comunidad. Incluir programas de educación en seguridad desde las escuelas. 2. Modernización de la Investigación Criminal: Implementar unidades de inteligencia criminal y ciberseguridad. Uso de big data y reconocimiento facial para anticipar patrones delictivos. Creación de un banco de ADN criminal para identificar reincidentes. 3. Reforma del Sistema Judicial y Penitenciario: Sanciones rápidas y efectivas para delitos graves como sicariato y corrupción. Transformar las cárceles en centros de rehabilitación productiva. Implementar mecanismos de justicia restaurativa para delitos menores. Un plan de seguridad no puede basarse solo en capturar delincuentes, sino en prevenir que existan delincuentes en primer lugar. Como decía Sun Tzu, «la mejor victoria es la que se logra sin necesidad de combatir.»
¿Qué es el Libro Blanco, Verde y Rojo de la Seguridad Ciudadana?
Es una propuesta integral para transformar la seguridad en el Perú. No basta con operativos policiales o leyes más duras; necesitamos un modelo estructurado, basado en evidencia y análisis de las causas del crimen. Libro Blanco: Un diagnóstico profundo sobre la crisis de seguridad en el Perú. Aquí se documentarán las principales fallas del sistema de justicia, la corrupción en las fuerzas del orden y el impacto del crimen organizado. Libro Verde: Estrategias de prevención. Se enfocará en educación, oportunidades laborales, reducción de la pobreza y fortalecimiento de la comunidad como herramientas para prevenir la delincuencia. Libro Rojo: Estrategias para la represión inteligente del crimen. Incluye inteligencia criminal, reformas judiciales, modernización policial y combate a la corrupción dentro del sistema de justicia. Este documento será una guía para implementar una política de seguridad eficiente y sostenible. Como decía Montesquieu, «las leyes deben prevenir los delitos más que castigarlos.»
¿Qué es lo más urgente en seguridad ciudadana?
Hay tres urgencias clave: 1. Recuperar la confianza en el sistema de justicia. Si los ciudadanos no creen que el Estado los protegerá, buscarán otras alternativas, como la justicia por mano propia o pactos con el crimen organizado. 2. Desmantelar la corrupción en la policía, el poder judicial y el Ministerio Público. No sirve de nada capturar delincuentes si los jueces corruptos los liberan en días. 3. Atacar las bases sociales del crimen. Sin oportunidades, sin educación y sin empleo, los jóvenes seguirán siendo reclutados por organizaciones criminales. Como decía Cicerón, «donde hay justicia, no hay necesidad de venganza.»
¿Cuál es el principal error en las políticas de seguridad actuales?
Pensar que la seguridad se resuelve con más policías en las calles o con leyes más severas. El problema no es la cantidad de policías, sino su calidad y la falta de inteligencia criminal. No necesitamos más cárceles, sino un sistema judicial que realmente funcione. Las leyes más duras no sirven si el sistema de justicia es corrupto o ineficaz. La solución no es solo reprimir, sino prevenir. «Un buen gobierno no se reconoce por la cantidad de castigos que impone, sino por la cantidad de delitos que previene» (Cesare Beccaria).
¿Qué tan grave es la corrupción en seguridad ciudadana?
La corrupción es el principal enemigo de la seguridad. El crimen organizado sobrevive porque tiene cómplices dentro del Estado. Hay policías que protegen a narcotraficantes. Jueces que liberan a sicarios a cambio de dinero. Fiscales que archivan casos de extorsión y crimen organizado. Si no eliminamos la corrupción, ninguna estrategia de seguridad funcionará. Como decía Maquiavelo, «cuando el gobernante permite la corrupción, el pueblo deja de temer la ley.»
¿Cómo detener el avance del crimen en el VRAEM?
El crimen en el VRAEM no se combate solo con militares, sino con desarrollo económico y social. El Estado debe invertir en infraestructura, educación y oportunidades laborales para los jóvenes. Si la única opción para un joven en el VRAEM es trabajar para los narcotraficantes, entonces el Estado ya perdió la batalla. Es urgente una estrategia de desarrollo integral para reducir la dependencia del narcotráfico. Como decía Sun Tzu, «gana la guerra sin combatir, corta los recursos del enemigo y lo verás caer.»
¿Es posible erradicar el sicariato en el Perú?
Erradicarlo completamente es difícil, pero sí podemos reducirlo drásticamente con inteligencia y estrategia. Desmantelar las redes financieras que sostienen a las mafias. Reformar la justicia para que los sicarios y sus jefes reciban condenas efectivas. Educar y generar empleo para que los jóvenes no caigan en el crimen. Como decía Víctor Hugo, «si un país descuida la educación de sus hijos, construirá más cárceles que escuelas.»
¿Qué mensaje daría a la ciudadanía preocupada por la inseguridad?
La seguridad no es solo una tarea del Estado, es una responsabilidad de todos. Los ciudadanos deben exigir transparencia y justicia. Las comunidades deben organizarse en juntas vecinales y colaborar con las autoridades. Debemos acabar con la indiferencia y denunciar la corrupción en la policía y el sistema judicial. Como decía Rousseau, «cuando un pueblo deja de vigilar a sus gobernantes, la corrupción florece.»
Finalmente, ¿cómo podemos lograr un país más seguro?
Un país más seguro no se construye con discursos, sino con estrategias reales y sostenibles. Fortalecer la seguridad comunitaria: La policía no puede estar en todas partes, pero las comunidades sí. Reactivar las Juntas Vecinales y los Comités de Autodefensa permitirá que la población participe activamente en la prevención del delito. Reformar el sistema judicial: Sin una justicia eficiente, el crimen seguirá operando con impunidad. Necesitamos tribunales especializados en crimen organizado, fiscales incorruptibles y penas efectivas para sicarios y extorsionadores. Invertir en educación y empleo: La violencia no desaparecerá si seguimos permitiendo que miles de jóvenes caigan en el crimen por falta de oportunidades. Es fundamental una política de empleo juvenil y capacitación laboral en zonas de riesgo. Uso de tecnología e inteligencia criminal: La seguridad del siglo XXI no se combate solo con patrullas y operativos. Necesitamos inteligencia artificial, big data, reconocimiento facial y análisis de patrones delictivos para anticiparnos al crimen en lugar de reaccionar cuando ya ocurrió. Un país más seguro no es aquel que tiene más cárceles, sino aquel que previene que sus ciudadanos se conviertan en delincuentes. Como decía Nelson Mandela, «ningún niño nace odiando, ningún joven elige la violencia por voluntad propia; la sociedad es la que los empuja a ese camino.» Si queremos un Perú seguro, debemos cambiar el sistema, educar a las nuevas generaciones y garantizar que la justicia funcione para todos. El crimen organizado no es invencible, pero si el Estado no actúa ahora, pronto tendremos regiones completamente fuera de su control.