“Vengo elaborando este arte más de 40 años, se está tratando de rescatar porque prácticamente ya se está desapareciendo”, contó Ruperto Salazar, artesano ayacuchano que trabaja el cuerno y el cuero del toro para crear peines, cofres, sortijas y adornos decorativos. Su taller familiar, Artesanías Salazar, se ha convertido en su fuente de sustento y símbolo de resistencia cultural en tiempos donde pocos jóvenes se dedican a la artesanía.
Con sus manos da vida a más de treinta tipos de piezas que vende en Cusco, Puno, Trujillo y otras regiones del país. “Nosotros vivimos de esto, pero no logramos exportar porque la materia prima proviene del animal”, explicó, señalando que las trabas impiden aprovechar el interés internacional por su trabajo. Aun así, ha llevado sus obras a Chile y Ecuador para difundir el valor artesanal de Ayacucho.
El maestro reconoce que cada pieza puede tomar días de esfuerzo y precisión. “El cuerno de toro ya se está escaseando bastante, antes había más variedad”, advirtió, pidiendo apoyo del Estado para evitar que el oficio desaparezca. “La juventud está más en el internet, y no busca rescatar este arte que nos representa como ayacuchanos”, finalizó con esperanza, convencido de que su legado aún puede inspirar a las nuevas generaciones.


