El Nazareno de Huamanga: obra de ángeles o de hombres [Crónica]

El Patrón de Huamanga, cerca de 500 años en el corazón del pueblo.
JESUS NAZARENO OBRA DE ANGELES O HOMBRES

POR CARLOS PÉREZ SÁEZ

Cuando se observa la efigie de Jesús de Nazareno venerado en el Monasterio de Santa Clara de Huamanga, lo primero que suscita en quien observa es la sensación de sufrimiento que emana de la magnífica talla en la que se ha representado en toda su dimensión el dolor físico y emocional de un hombre sometido a un trato cruel y a quien, de acuerdo a las leyes de la época, se le ha condenado a muerte y cargar sobre sus hombros la cruz en la que será clavado en el Gólgota, el cerro aledaño a Jerusalén donde se cumplían las sentencias de muerte dictaminadas por las autoridades coloniales romanas que habían ocupado Israel.

Tal es la belleza lograda por el o los artistas que elaboraron tan magnífica imagen sacra que a todo creyente y aún a los no creyentes o a los agnósticos la sensación de compasión que se siente al mirarla pareciera erizarles la piel. Esta es la circunstancia a la que no son ajenos los huamanguinos o visitantes cuando se encaran con el Nazareno en actitud de estar incorporándose luego de una de las tantas caídas que tuvo en su camino al Gólgota y producidas por la tortura previa, el peso de los maderos que forman la cruz y la ferocidad con que guardias romanos lo conducen hacia su sacrificio final. En este momento dramático lo que llama la atención de su rostro lacerado y tumefacto es su mirada.

Desde 1602

Y esta mirada está presente desde 1602, año en que llegó de Julcamarca y se aposentó en el monasterio de las Clarisas de Huamanga. Dicen la historia y la tradición que su escultura fue elaborado por dos artistas en 1591 a petición del párroco de Julcamarca el presbítero huamanguino José Cárdenas Romaní, cuyos descendientes aún ocupan la antigua casona familiar al final de la cuadra 2 del jirón Arequipa en esquina con el jirón Sol.

Como obra de arte en la efigie del Nazareno de Huamanga confluyen su belleza y armonía con la espiritualidad en torno al dolor del sufriente y a la vez la mirada de compasión y perdón de éste hacia sus verdugos, junto a la historia de Huamanga pues su culto nace apenas cincuenta años después de fundada la ciudad. Por ello se puede decir que el Nazareno es parte de la religiosidad y tradición cultural de esta ciudad y de los huamanguinos que generación tras generación han acrecentado su fe y culto.

Y al ser parte de la ciudad que lo cobija, su origen ha sido siempre tema de estudios e indagaciones donde las explicaciones se ubican en su naturaleza de obra humana o de obra divina.

Obra de hombres…  obra de Juan Martínez Montañés

Bajo esta consideración es que glosamos lo que al respecto dice el doctor Ricardo Mariátegui Oliva, historiador del arte colonial, investigador e ilustre maestro sanmarquino respecto al probable autor de tan magnífica escultura. En su opúsculo Santa Clara de Ayacucho: Plateresco y mudejarismo de los siglos XVI y XVII en el Perú, Lima 1974. 30 p. el doctor Mariátegui señala que dadas las características de la escultura y la fecha en la que habría sido elaborada, ésta sería obra del gran maestro andaluz Juan Martínez Montañés (1568-1649). Argumenta que “la soberbia talla escultórica, de sublimada expresión, reluciente de intensidad plástica vivificada, composición equilibrada y patetismos especialísimos” corresponden al estilo y maestría del citado artista.

Por su parte Ana Molina Reguilón (*) dice de él: “Sevilla era por entonces el centro de la vida andaluza y lugar de conexión con el otro lado del Atlántico, lo que estimulaba un trasiego constante de personas, dinero, ideas y artistas. Los encargos se multiplicaban y es que fue América un lugar al que se exportaron cientos de obras religiosas, tema que Martínez Montañés adoptará como suyo en poco tiempo. Gracias al afán de expansionismo religioso, de entre otros la Compañía de Jesús, las obras de Montañés fueron rápidamente conocidas en las colonias. Hasta allí envió decenas de ellas de las que hoy aún tenemos conocimiento. Así ocurre con el Retablo de la Concepción de Lima, obra del español”. Siguiendo a Ana Molina preguntamos: ¿No habrá sido, entonces, Huamanga tierra de opulentos mineros y encomenderos un destino de una de las obras de tan insigne maestro?

OBRA DIVINA

La calidad de obra divina y cuyos artífices fueron dos ángeles es la historia que más conocemos los huamanguinos y es también la que más se ha difundido. En resumen, esta leyenda recogida por numerosos autores (entre ellos Montesinos, Justiniano Escudero Ricardo Palma, José Pacífico y el tradicionista huamanguino Juan de Mata Peralta) señala que el Nazareno de Huamanga fue hecho por seres celestiales cuando hacia 1591, tal cual cita Fernando Montesinos en su Anales del Perú (editado en 1906): “avíala mandado hacer un clérigo doctrinante de una parroquia a ocho leguas de Guamanga” esta parroquia es Julcamarca.

Continúa Montesinos: “Como salió tan admirable la monjas clarisas expusieron su deseo de verla”… llevaronla al convento y al sacarla no pudieron con la imagen los que la habían llevado avia una monja de grande espíritu llamad doña Luisa del Peso,  que habló en secreto con el cura y díjole que como era voluntad de Dios que se quedase allí aquella imagen…” Y allí se quedó y desde entonces su culto no solo se ha mantenido, sino que con el tiempo se ha acrecentado.

Esta leyenda es muy habitual para explicar el origen de muchas obras de arte sacro que cuentan con una importante devoción y un origen muy antiguo y que se encuentran diversos lugares, sobre todo en España y lo que fueron sus colonias. Junto con la tradición del Nazareno de Huamanga, veamos algunas de estas historias:

TRADICIÓN DE JESÚS NAZARENO DE HUMANGA

La versión más difundida y conocida de la tradición del Nazareno de Huamanga es la recopilada por Juan de Mata Peralta Ramírez, profesor y tradicionista huamanguino. Dejemos fluir la historia de don Juan de Mata:

 “Era ya una tarde mortecina del 15 de junio de 1591, meditaba después de leer atenta y devotamente, sentado en un apoyo de la casa cural de Julcamarca el piadoso Párroco  Sr. José Cárdenas Romaní y uno de los puntos de su cavilación acética era representada en que el Divino Rabí de Galilea conducía su cruz pesada por la calle de la Amargura de la ciudad de Jerusalén, sudoroso y fatigado por el cansancio caía y se apoyaba con su venerable mano en una piedra que se hallaba en la puerta de un judío, quien le increpó satánicamente a aquel Dios humanado, y Jesús le tiende una mirada dulce de perdón y amor a esa criatura rebelde, a su Dios y Señor. Este pasaje de la dolorosa pasión quiso el santo párroco hacerlo esculpir en yeso, con los pormenores vistos en su imaginación. 

Feliz coincidencia para el Párroco, que esa misma tarde de su meditación, se presentan dos jóvenes gallardos y preguntan al Sr. Cura en estos términos: Señor Párroco podría indicarnos el camino que conduce a Acobamba». Claro que sí queridos hijos, replica el Párroco, pero se anochecerá a media bajada de Huaranccayocc que es peligrosa y un desfiladero muy abrupto por qué no se quedan a descansar hasta mañana…? yo les daré alojamiento y mañana tempranito pueden seguir su camino.

Luego en la noche en la mesa a la hora de la cena, el santo sacerdote les expone a los jóvenes su anhelado proyecto de hacer esculpir en estuco y madera aquel pasaje de una de las caídas de Jesús Nazareno en la calle de Amargura. 

Cual fue la sorpresa del curita cuando los jóvenes le manifestaron que ellos eran escultores y podrían realizar aquel proyecto y que ellos por tratar de actualizarlo aquella idea piadosa, se quedarían un día en Julcamarca pero que ellos exigían trabajar en un lugar apartado al pueblo para que nadie les molestara. 

Para el efecto llevó a los jóvenes escultores a una pequeña capilla que se hallaba a un kilómetro fuera de Julcamarca. Hizo llevar todo lo necesario: estuco, madera, una mesa, y cuatro cirios; que fue todo lo que exigieron los escultores. Pasó el tiempo señalado por los jóvenes, y no se mostraron a dar cuenta de su trabajo. Entonces, al atardecer del día siguiente se presenta el Sr. Párroco a la capilla indicada y la encuentra cerrada y pensando que fuera un embuste de los jóvenes tuvo que forzar la puerta y cuál fue su sorpresa que encontró la imagen de sus sueños, hermoso e imponente sobre la mesa, alumbrado por los cuatro cirios tal como lo conocemos y vemos en la iglesia de Santa Clara de Huamanga, con aquella expresión de dolor y misericordia de todo Dios-Hombre. 

Más tarde en 1602, cuando era ascendido el Párroco de Julcamarca Sr. Cárdenas a una Canonjía de la ciudad de Huamanga, era trasladada aquella venerada imagen de Jesús Nazareno a esta urbe, procesional y solemnemente y depositada en el altar del lugar preferencial de Santa Clara, donde hasta el día de hoy es venerada aquella hermosa imagen y sale todos los años. Fue, pues, obra de ángeles esta imagen. De estos dos jóvenes, nada se supo en Julcamarca cuya desaparición fue francamente misteriosa.

Tan milagrosa es esta imagen de Jesús Nazareno, que cada año, que se presenta una sequía, con la ausencia de las lluvias, en que las sementeras comienzan a secarse, es sacada en procesión de rogativas y es un hecho conocido por todos los huamanguinos que desde aquella misma tarde de la procesión comienzan las lluvias suficientes para refocilar a todas las sementeras de esta región”.

EL TRASLADO, UNA AVENTURA

El traslado del Nazareno a Huamanga al que alude el cronista Montesinos y que Peralta narra en esta historia no estuvo exenta de riesgos y peligros, pues los julcamarquinos consideraban suya la magnífica talla del Nazareno y no iban a permitir que se los quiten. Ante esto el sacerdote Cárdenas, propietario de la efigie, urdió un plan novelesco para llevar en secreto al Nazareno a la ciudad de Huamanga donde el sacerdote debía ocupar una canonjía en la Catedral.

En efecto, aprovechando la quietud de una noche el presbítero Cárdenas al frente de indios de su hacienda tomaron la sagrada efigie y emprendieron camino hacia Huamanga por la ruta del valle del Pongora donde se halla todavía la hacienda Llamocctachi, lugar donde pernoctaron.

De aquí a Huamanga su traslado fue más rápido y su destino era el monasterio de Santa Clara. Por voluntad expresa del presbítero Cárdenas el Nazareno debía quedar en dicho convento porque en ella profesaban su fe dos parientes cercanas a él: una hermana y una tía.

Esta donación fue establecida mediante un testamento que existe en los archivos de las Clarisas de Huamanga. En dicho documento también entregó a su esclavo negro de nombre José para que sirviese de por vida como sacristán de dicho convento.

Sea obra de hombres o ángeles, lo cierto y real es que el Nazareno de Huamanga es parte de la vida misma de los huamanguinos hace ya cerca de 500 años. Y eso basta.

Otras obras religiosas realizadas por ángeles

Jesús Nazareno de Jaén (El Abuelo)

Parecida a la historia divina del Nazareno de Huamanga se encuentra la de Jesús Nazareno de Jaén (conocida por la fe popular como El Abuelo) en Andalucía, España. Ambas historias coinciden en el tiempo (década de 1590) y en los misteriosos y probables seres celestiales autores de ambas tallas. Cuenta la leyenda que hacia 1594 un misterioso anciano pidió alojamiento en una casería a las afueras de Jaén, hoy conocido como Casería de Jesús. En la puerta de la casa, reposaba el tronco cortado de un árbol y el anciano comentó a los dueños que él podría hacer una talla de Cristo con esa madera y que solo necesitara un lugar tranquilo para trabajar.

Así que se encerró en una de las habitaciones de la casa y durante toda la noche no se escuchó ningún ruido, ni tampoco durante toda la mañana del día siguiente por lo que los dueños de la casa decidieron entrar en la habitación para ver que sucedía. El hombre ya no estaba, nadie lo había visto u oído salir. Y en el centro del habitáculo, junto a restos de virutas y trozos de madera, se erigía la magnífica talla de un Jesús Nazareno. Esta sagrada efigie se venera en la catedral de Jaén en Andalucía.

El Señor Cautivo de Ayabaca

En el Perú el origen de El Señor Cautivo de Ayabaca tiene una leyenda similar al Nazareno de Huamanga y donde la obra, a solicitud del párroco, fue tallada en 1751 por dos ángeles que aparecieron como dos viajeros rumbo a lo que ahora es Ecuador, en un tronco del que había brotado sangre luego que un labrador le diera un hachazo. Era de un árbol de cedro encontrado en el cerro Zahumerio de Jililí en Ayabaca. Párroco y artistas viajeros son los protagonistas de esta historia.

Cristo Negro de Portobelo

Fuera del Perú está el Cristo Negro de Portobelo en Panamá. La leyenda dice que un barco que se dirigía a Cartagena de Indias en la actual Colombia y que cada vez que intentaba zarpar de Portobelo se desataba una violenta tormenta, obligándoles a regresar al puerto. En el quinto intento, la tripulación estuvo a punto de naufragar, por lo que decidieron aligerar la carga tirando por la borda una enorme y pesada caja que llevaban en su bodega. Luego de esto el barco pudo navegar sin problema. Seguidamente unos pescadores encontraron la caja y cuando la abrieron vieron que era una imagen del Nazareno, llevando la luego al pueblo, la colocaron en la iglesia del pueblo. Y ahí está.

Santísimo Cristo de La Laguna

En España está el Santísimo Cristo de La Laguna es una imagen católica de gran valor histórico, artístico, religioso y cultural que representa la imagen Cristo crucificado. Está situada en san Cristóbal de la Laguna municipio y ciudad de la isla de Tenerife, Canarias, España.  Se dice que el Cristo de La Laguna fue esculpido por ángeles o incluso por el propio evangelista San Lucas, en ambos casos dichos santos escultores habrían impreso en la talla los rasgos fisionómicos que debió de tener Jesucristo en el momento de su crucifixión.

(*) (http://www.arteespaña.com/juanmartinezmontanes.htm)

CWPS.

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