Por: Edith Bautista León
El proyecto de vivienda social bioclimatizada “Sumaq Wasi”, un modelo constructivo prometedor y ventajoso para las zonas altoandinas, que se revela inapropiado y ajeno a la cultura de la de los pueblos Ashánincas del VRAEM.
Esta es la historia de las casas fantasma de Kumpiroshiato, en mi recorrido por la ruta Quillabamba-Kimbiri en la provincia de la convención, departamento de Cusco, justo al borde de la carretera, exactamente en el distrito de Kumpiroshiato, se alzan las siluetas de decenas de pequeñas casitas, con aproximadamente 35 metros cuadrados, estas viviendas de concreto y techo de calamina fueron construidas por el Programa Nacional de Vivienda Rural del Ministerio de Vivienda Construcción y Saneamiento. Originalmente, se pensaron como una solución habitacional para aquellos hogares en situación de pobreza que padecen los embates de las heladas y el friaje. Sin embargo, su triste realidad es que ahora se encuentran abandonadas, sin señales de ser visitadas o mantenidas en mucho tiempo. Algunas de ellas han sido relegadas a depósito o almacenes, perdiendo su propósito inicial.
A simple vista, estas casas parecían contar con un diseño bioclimatizado inteligente, aprovechando las condiciones del clima para asegurar una temperatura, humedad y circulación de aire adecuada en su interior. No obstante, en esta zona selvática, uno no puede evitar escuchar a las familias locales manifestar su negativa por habitarlas. El calor sofocante, la persistente sensación de humedad en el suelo y la evidente falta de similitud con las viviendas tradicionales y el modo de vida en sus comunidades son las principales razones que aducen para evitar su uso.
En medio de mi travesía, dos cuestiones se instalan en mi mente, exigiendo respuestas. ¿Fue acaso un error adaptar un diseño destinado a zonas altoandinas a esta parte de la selva peruana? ¿O, por el contrario, es la falta de involucramiento de la comunidad el verdadero factor que ha llevado al fracaso de este proyecto?
Decidida a hallar respuestas, entablo conversaciones con los habitantes de la zona. Poco a poco, me doy cuenta de que la verdad reside en una combinación de ambos factores y otros más. Concluyo de momento, que este proyecto, sin duda, presenta áreas de mejora significativa, entre ellas:
Una validación más exhaustiva del modelo en las zonas de transición entre la selva y la sierra, como el VRAEM.
Un mayor involucramiento de los usuarios en el proceso de diseño de las viviendas.
Una implementación que abarque la participación más sólida y genuina de los pueblos originarios y la comunidad en general.
Y, sobre todo, un mayor respeto y consideración hacia las prácticas culturales de los pueblos ashánincas que habitan esta zona.
Como parte de mis reflexiones en futuras ocasiones, recomendaría sin duda que los ingenieros y arquitectos que se aventuren en la validación de modelos constructivos de viviendas en la Amazonía puedan tener en cuenta los usos y costumbres de los pueblos, en especial si son comunidades indígenas con arraigadas tradiciones ancestrales. En este sentido, un estudio etnográfico se convierte en una herramienta indispensable para validar soluciones que sean dignas y respetuosas de la cultura de los pueblos indígenas amazónicos.