Por Luis Miguel Castilla, director ejecutivo de Videnza Instituto
El Perú atraviesa una recesión, quizás la mayor de los últimos 25 años (excluyendo el periodo excepcional durante la pandemia). En este marco, el desafío central es qué hacer para lograr una recuperación sostenida de la economía que beneficie a todos. Es indudable que retomar mayores tasas de crecimiento económico se torna una tarea fundamental, dado que es la única manera de generar empleo y suficientes ingresos públicos para financiar las políticas públicas sin producir desequilibrios fiscales.
El cierre de brechas de servicios básicos es una tarea indispensable. Sin embargo, sin motores económicos que generen suficiente empleo, será muy difícil mejorar la capacidad de las familias peruanas para encarar el costo de la canasta básica de consumo. El año pasado, la combinación de un crecimiento del PBI de 2.7% y una tasa de inflación de 8.5% generó que 628,000 peruanos más pasen a las filas de la pobreza monetaria. Para este año pronosticamos un crecimiento económico nulo (en el mejor de los casos) y una inflación de 4.5%, lo que generaría que la pobreza monetaria aumente en cerca de un millón de peruanos y alcance al 30.5% de la población. Yendo más allá de la dimensión de ingresos para abarcar la pobreza multidimensional y el Índice de Desarrollo Humano, estaríamos retrocediendo en la mayoría de rubros.
Este duro escenario amerita la acción urgente de todas las autoridades sin caer en complacencias ni populismos, y sin adoptar recetas que han probado ser ineficaces. Hasta la fecha, los esfuerzos del Ejecutivo, con anuncios de inversiones que no se concretan y una lluvia de millones de gasto público que no se ejecuta del todo, han sido infructuosos para animar las expectativas de los agentes económicos. La aprobación de un crédito suplementario por más de S/ 5,000 millones hace parte de los S/ 18,000 millones de mayor gasto público en el marco del programa Con Punche Perú. En momentos de retraimiento del gasto privado, el gasto público tiene un rol que jugar para atenuar una mayor caída en la actividad productiva. Sin embargo, en los casi once meses de gestión de la presidenta Boluarte, la aprobación de mayor gasto público ha sido ineficaz para evitar caer en una recesión.
Según las últimas encuestas de expectativas publicadas por el Banco Central de Reserva (BCR), el pesimismo ha regresado con mayor fuerza y la inversión privada —responsable de la creación del 90% del empleo a nivel nacional— sigue en franco retroceso. Entramos a la recta final de este año plagados de riesgos. Lograr que la economía rebote el año entrante será un desafío considerando un Fenómeno El Niño cuya magnitud se anticipa de moderada a fuerte, y un contexto internacional agobiado por conflictos geopolíticos e inestabilidad en los mercados internacionales.
En las próximas semanas se debatirá en el Congreso la aprobación del presupuesto de la República para el 2024, y comenzará un festín de millones sin considerar que las cuentas públicas se han debilitado por el menor crecimiento registrado. Estaremos algo mejor en doce meses (cuando se disipen los shocks externos), pero con una perspectiva de estancamiento que continuará precarizando al país en tanto se mantengan los liderazgos actuales y la institucionalidad se siga deteriorando.
Urge un cambio en la estrategia llevada a cabo por el Ejecutivo y la máxima colaboración del Congreso. Debe primar el bien colectivo de todos los peruanos y no subestimar la delicada situación en la que se encuentra nuestro país. Los pilares de la economía (fortaleza macroeconómica, apertura internacional y modelo económico) nos permitirán salir adelante en tanto las restricciones políticas e institucionales sean urgentemente encaradas para comenzar a recomponer la confianza y el plan de futuro de nuestro país. Nuestra economía ha probado ser muy resiliente, pero sin cambios reales en la dirección correcta, estos pilares serán claramente insuficientes para evitar el empobrecimiento del Perú.
La actual gestión es renuente a plantear reformas necesarias y prefiere llevar la fiesta en paz. Las restricciones políticas son reales, pero esto no quita la posibilidad de ser más avezados en plantear cambios estructurales en materia de formalización, productividad o descentralización, por mencionar algunos ejemplos. Estos temas serán abordados esta semana en la ciudad de Huamanga durante el XXIX Congreso Nacional de Economistas del Perú. Nuestro país requiere trabajar conjuntamente para salir de la difícil coyuntura económica que atraviesa, y apostar por reformas que generen bienestar para la población y permitan retomar el optimismo sobre el futuro.