Por: Edith Bautista León
El Valle del Río Apurímac, Ene y Mantaro, conocido como VRAEM, ha sido durante mucho tiempo un lugar estigmatizado por los más de 30 años de declaratoria de emergencia. Los millones de soles invertidos en el denominado desarrollo alternativo y sus magros resultados son una muestra monumental del fracaso de las políticas nacionales hasta ahora implementadas para generar un desarrollo sostenible de los pueblos del valle. Sin embargo, nuevamente las cosas mejoran (como por fuerza de gravedad) más debido al contexto y al esfuerzo de los actores locales que a acciones atribuibles a la política nacional.
En medio de ese escenario desafiante, surge un rayo de esperanza con potencial de transformar la realidad de este ámbito. El turismo inclusivo surge como una herramienta poderosa, capaz de generar consensos entre los actores, cambiar vidas y desafiar prejuicios en un contexto particular que desalienta el monocultivo y la dependencia de la hoja de coca.
En esta medida, es crucial que las autoridades nacionales, los sectores y entidades competentes, así como los gobiernos regionales de Ayacucho, Cusco y Junín apuesten por el turismo y desplieguen intervenciones subsidiarias para orientar y potenciar las inversiones que los actores locales ya están implementando en el VRAEM.
El turismo ambiental y comunitario tiene el potencial de ser un instrumento de inclusión económica para el valle, porque a diferencia del turismo receptivo tradicional, que asegura una posición de dominio y control en la industria turística a los grandes operadores, relegando de beneficios significativos a las comunidades, microempresas y pequeñas y medianas empresas; el turismo ambiental y comunitario propicia el desarrollo de comunidades y pymes que brindan servicios de alojamiento, gastronomía y recreación en los destinos turísticos porque como modelo de gestión turística se basa en la propiedad y la autogestión y se orienta por los principios de sostenibilidad, participación comunitaria y distribución equitativa de los beneficios. Por ello es promovido por muchos países como una herramienta para la inclusión. En Ecuador, por ejemplo, el turismo comunitario alrededor del cacao es parte de una estrategia de desarrollo local impulsada por el estado para autogestionar los recursos naturales y el patrimonio cultural.
Pero además de esta evidencia empírica, existen también estudios como el «Global Report on Inclusive Tourism Destinations Model and Success Stories» de la Organización Mundial del Turismo (OMT) que revela datos impactantes que respalda nuestra afirmación, por ejemplo, según este estudio:
•Por cada dólar gastado en el turismo, se generan $2.3 adicionales en las economías locales.
•Por cada nuevo empleo turístico se crean 1.7 puestos de trabajo en otros sectores.
•El 48.6% de la fuerza laboral en hotelería y alimentación son mujeres.
•El 36% de emprendedores turísticos son mujeres.
•Además, según datos del Ministerio de la Producción, las pymes generan alrededor del 75% de los empleos formales en el país.
Sin embargo, así como el turismo ambiental y comunitario ofrece múltiples oportunidades, también presenta desafíos como la necesidad de un mayor involucramiento de la comunidad en la planificación y gestión de las actividades turísticas, el aprovechamiento sustentable de los recursos turísticos o el mayor desarrollo de capacidades de los operadores turísticos locales. Enfrentar estos desafíos requiere de inversiones públicas y privadas integrales, bien estructuradas, orientadas al cierre de brechas y con resultados en las personas, esto no solo por las bondades económicas que ofrece este tipo de turismo sino también por la sostenibilidad social, cultural y ambiental de los pueblos del valle, especialmente aquellos con presencia de comunidades nativas.
En el VRAEM, los gobiernos locales están priorizando el sector turismo como generador de empleo y riqueza y si bien las políticas locales de desarrollo turístico comienzan con pequeñas habilitaciones de infraestructura básica y acceso a los recursos turísticos, como la que está desarrollando actualmente el distrito de Llochegua con la habilitación del acceso a los “Pantanos Mágicos de Llochegua” (un ecosistema salvaje hogar de lagartos, sapos, serpientes y paujiles) cada vez más gobiernos locales comienzan a apostar por proyectos integrales que abarcan aspectos de formación y capacitación, sostenibilidad y conservación, desarrollo de productos turísticos, promoción y marco regulatorio favorable.
En cuanto a la inversión privada, es destacable esfuerzos como el museo de insectos tropicales del distrito de kimbiri, un lugar dedicado a la exhibición y estudio de diferentes especies de insectos que se encuentran en el VRAEM, cuenta con una envidiable colecciones de insectos disecados, ejemplares vivos en terrarios, exhibiciones interactivas y maquetas gigantes, recursos con los que no solo buscan mostrar la belleza y peculiaridades de los insectos, sino también concienciar sobre su importancia en los ecosistemas y la prevención de enfermedades metaxénicas. Sin duda una importante inversión privada, ideal como atractivo para entomólogos, estudiantes, familias y cualquier persona interesada en la entomología y la biodiversidad tropical del valle.
En el VRAEM, el distrito de Pichari es el que lidera esta ruta hacia un desarrollo inclusivo y sostenible mediante el turismo, sus autoridades y sociedad civil saben que dar oportunidades a todos puede ser una valiosa herramienta de integración de sus comunidades, por ello, la actual gestión ha destinado alrededor de 10 millones de soles a un proyecto de inversión pública orientado al desarrollo turístico del distrito; más en esta ruta saben que es imprescindible mirar el bosque entero como un corredor turístico integral, por ello, con la realización del primer Congreso Turístico del VRAEM, que desarrollarán del 13 al 15 de julio, buscan que más autoridades y ciudadanos coloquen el turismo entre las principales prioridades de desarrollo e inclusión social del Valle del río Apurímac Ene y Mantaro, para pasar del estigma a la esperanza.