POR MARIO T. CUETO CÁRDENAS
Los sucesos que se vienen dando en nuestro país, con la lamentable pérdida de numerosas vidas humanas y de cuantiosos daños materiales a la propiedad pública y privada, reflejan no solamente la polarización de posiciones políticas extremas, radicales, intolerantes, dadoel sectarismo y odio azuzado en los recientes años, por diversos sectores incluidos gubernamentales, sin contar con políticos con trayectoria en ética y valores, capaces de, por el bien común, dar un paso al costado o de reconocer responsabilidades políticas, lo que nos permite deducir que no contamos con líderes, solamente con caudillos que luchan denodadamente por sus propios intereses, no por el bien del país, de la Patria. Y cuando se da este tipo de hechos y divisiones, odios y sectarismos se pierden las batallas, se pierde la identidad nacional.
Para refrescar a las generaciones de hoy, debe mencionarse un hecho que registra la historia nacional. Cuando Patricio Lynch, comandante en jefe de la fuerza expedicionaria chilena, visitaba en compañía del almirante francés Du Petit Thouars, uno de los hospitales de Lima, luego de las batallas de San Juan y Miraflores, que determinaron la ocupación de la ciudad; Lynch, se acercó a dos heridos peruanos y luego de dirigirles palabras consoladoras, les preguntó separadamente ¿y porqué tomó usted parte en esta batalla?
Yo, le contestó uno – “por don Nicolás” y el otro “por don Miguel” Ambos se referían a los caudillos Nicolas de Piérola y Miguel Iglesias.
El militar, formuló la misma pregunta a dos heridos del ejército chileno y ambos respondieron con profunda extrañeza “Por mi patria, mi general”.
El comandante chileno, retomando la conversación con el francés Du Pettit Thouars, le dijo: “Por eso hemos vencido. Unos se batían por su patria y los otros, por dos fulanos de tal”
Que no se repita esta historia. La patria y la democracia, están por encima de cualquier otro interés