“Parchando nuestro patrimonio” [Opinión]

Entonces ¿A manos de quién han puesto nuestra riqueza patrimonial monumental arquitectónica? Personas con falta de dominio en la materia y otros que teniéndola no la ejercen.
Columna de opinión de Franco García JuscamaitaI Bach. Arquitectura y Urbanismo
Columna de opinión de Franco García JuscamaitaI Bach. Arquitectura y Urbanismo

Franco García Juscamaita I Bach. Arquitectura y Urbanismo

     A pocos meses de celebrarse el bicentenario de la Batalla de Ayacucho, el centro histórico de Huamanga, punto axial y neurálgico de la ciudad, tiene un problema que adolece desde hace muchos años, y es el mal estado de pistas y aceras. La autoridad provincial actual ha comenzado a ejecutar una serie de proyectos de mejoramiento concerniente a este problema desde el año 2023, el primero fue el parchar las pistas adyacentes al Parque Sucre o Plaza Mayor, luego es el que actualmente viene desarrollándose, como es el cambio total de la Avenida Mariscal Cáceres, lo cual es plausible y beneficioso ya que es una de las principales arterias que atraviesa la ciudad. Pero también hay otros “proyectos” donde se ve claramente la improvisación, falta asesoramiento técnico y poco sentido de pertenencia.

     Es evidente que en ciertas cuadras de jirones de uso exclusivamente peatonal como 28 de Julio o Asamblea se requería mantenimiento y cambio necesario de las aceras de piedra, el gobierno provincial cumplió su función y se hizo presente con su proyecto de mantenimiento, pero ¿Qué error se cometió? ¿Cuál es lo negativo ante una obra que en teoría beneficia a los ciudadanos? En la resolución de fondo, es positivo ya que se mejora la transitabilidad por estos jirones, pero las formas no fueron las adecuadas, ya que se parchó con concreto cuando su material predilecto y natural es la piedra, elemento que tiene características y propiedades únicas que favorecen al mantenimiento, cuidado y ornato de estas calles que están dentro de un centro histórico, en contraposición a lo que es el concreto. Hace unos días, emulando lo hecho en el Jr. Asamblea, se hizo el mantenimiento del piso del atrio de la Catedral de Ayacucho, que evidentemente se encontraba muy deteriorado ad portas de la Semana Santa, pero lo lamentable es que se realizó el mismo procedimiento, parchar el piso con materiales como el concreto que contravienen con lo tradicional que es la piedra.

     Lo más trágico aquí es ¿Quién autoriza este tipo de intervención? ¿Qué papel cumple la Subgerencia de Patrimonio Histórico? ¿Tuvo alguna intervención o emitió alguna recomendación la Dirección Desconcentrada de Ayacucho? Al parecer ninguna de estas preguntas tendrá una respuesta en concreto, ya que los principales entes gubernamentales locales no se manifestaron y mucho menos se opusieron ante este hecho que lamentablemente daña la ciudad. Además, es importante mencionar que ante lo expuesto, se denota que no hay personal idóneo ni competente para realizar estas funciones, ya que la Subgerencia de Patrimonio Histórico lo dirige un señora de profesión abogada, sin menoscabar su capacidad y su don profesional, es cuestionable que alguien dirija tal subgerencia ya que por su formación académica no tendría los conocimientos y estudios enfocados hacia lo que requiere esta dependencia; por otro lado, la DDC esta liderada por un arquitecto de profesión, que si bien puede y debe poseer conocimientos sobre patrimonio y restauración propios de la carrera, no lo hace evidente, tanto es así que deja que en sus narices sucedan este tipo de acciones que dañan la imagen del centro histórico.

     Entonces ¿A manos de quién han puesto nuestra riqueza patrimonial monumental arquitectónica? Personas con falta de dominio en la materia y otros que teniéndola no la ejercen. Nuestro centro histórico esta a menos de veinte años de cumplir 500 años de fundación hispana, una de las ciudades más importantes del virreinato peruano, pero que lamentablemente con funcionarios como los actuales y amiguismos marcados no se avizora cambios positivos para llegar con la mejor imagen a dicha celebración fundacional. La antigua y tradicional Huamanga lo sufre, la nueva e improvisada lo avala.

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