POR EDGAR GUTIÉRREZ GÓMEZ
Todo trabajo dignifica al hombre. Se escucha decir hasta la saciedad en los ambientes lúgubres de los establecimientos educativos del Perú: nueve años de primaria más el famoso jardín de infantes, cinco años de secundaria y para los que desean formarse como profesionales cinco años de universidad, sumado a ello cinco años de maestría y doctorado; bueno y si todo va bien veinticuatro años de vida escuchando al profesor de aula con sus debilidades y todo. Como el trabajo es digno, los profesores completan su jornada laboral recitando sus hazañas sin sentido, en aulas bostezantes con alumnos que asisten en contra de su voluntad. Mami, papi, tías, abuelos y toda la fauna familiar, apuestan a que su hijito es el mejor de todos en el aula, tan listo que lo sabe absolutamente todo, es más el profesor no está a su ritmo de desarrollo intelectual.
La biblia marxista dice que el trabajo dignifica al hombre, su camarada Engels afirma que el trabajo mismo creó al hombre. Las peores crisis sociales del mundo se generan a causa del trabajo y su injusta remuneración pese al esfuerzo dedicado en la empresa privada o sector estatal. El tema mediático de la prensa corporativa que factura por la falacia del énfasis, acerca del trabajo digno o indigno de los limpiaparabrisas que se apostan en las esquinas y se lanzan en semáforo rojo, sin previa consulta, acompañados de un trapo sucio y tufo a terokal al primer conductor que se detiene, obligándolo a que le den su propina por un trabajo digno o indigno no solicitado, lo cual se extinguió hace poco. Cuando el conductor realiza su digno trabajo de circular por las calles libres para el tráfico cambiado, el limpiaparabrisas exige que se le reembolse por un trabajo no solicitado. En estas circunstancias los veinticuatro años de estudio se van al evacuador, la teoría saturada en las aulas no sirvió para repeler dignamente a un limpiaparabrisas.
Da la sensación de que los choferes son los únicos trabajadores dignos en el Perú, pues tienen que sobrellevar su trabajo con limpiaparabrisas, contorsionistas, vendedores ambulantes, trabajadoras sexuales, mendigos, toxicómano en los semáforos de las esquinas y a cada cien metros. El problema digno de los choferes continúa en estacionamientos, calles de alto tráfico, surtidores de combustible, policías de tránsito apostados sigilosamente, en vías llenas de huecos, donde hay un trabajador digno o indigno tapando huecos, en rompemuelles cada cincuenta metros; deducción lógica equivocada ya que los choferes no son todos dueños de los vehículos que conducen, muchos de ellos hipotecados por ser herramienta de trabajo. Se exige la formalización de quienes conducen vehículos, pero no se exige cambiar la informalidad normalizada y que no beneficia dignamente a los conductores estresados por el tráfico infernal y sus pasajeros.