
POR CARLOS PÉREZ SAÉZ
La actual ciudad de Ayacucho, la antigua Huamanga, más que una de las más importantes ciudades del Perú es una tierra generosa con propios y extraños y tiene ya una existencia que se aproxima a los quinientos años. Entonces más que una vieja ciudad es una ciudad antigua, tan antigua como el país mestizo del cual forma parte. Es una ciudad con alma y temple. Una ciudad de clima generoso, de poesía hecha canción, de alma rebelde y de uno de los panes más sabrosos.
Fundación y mudanza
Fundada primero el 29 de enero de 1539 por el mismísimo marqués don Francisco Pizarro, conquistador del Perú “no donde está agora sino en un pueblo de indios llamado Guamanga, que fue la causa que la ciudad tomase dicho nombre, que estaba cerca de la larga y gran cordillera de los Andes; donde dejó por su teniente al capitán Francisco de Cárdenas. Andando los tiempos por algunas causas se mudó en la parte donde agora está” (Pedro Cieza de León en el capítulo LXXXVII de su Crónica del Perú, Sevilla, 1553). El lugar de fundación se denominaba Quinua Cocha y se ubica en Huamanguilla.
Las causas de la mudanza no fueron sino las condiciones climáticas en el nuevo asentamiento español dado su cercanía a las altas cumbres de la cordillera. Por esto el 1 de abril de 1540, según reza el Libro del Cabildo de la Ciudad de San Juan de la Frontera de Guamanga 1539-1547, el Teniente Gobernador don Vasco de Guevara convoca a los vecinos españoles del lugar y les plantea reubicar la ciudad: “Queste pueblo se mude al asiento de Cocha o al asiento de Chupas que son asientos apacibles”, les dice.
La encuesta suscita pareceres diversos entre los vecinos que a su vez sugieren lugares alternativos para la reubicación sin ponerse de acuerdo, por lo cual el Cabildo dispone que una comisión de vecinos encabezada por el escribano Pedro de Saavedra, “Vayan y vean los asientos en que ay contradicción y cotejen y miren los unos con los otros para que visto el mejor y más conveniente para los españoles e naturales de la tierra se ponga a el pueblo en el mejor sitio”. Y así fue. Los comisionados encontraron el lugar apropiado siguiendo el camino real incaico que partiendo del Cuzco unía la ciudad de Vilcas Guamán con la región de los Xauxas en la región central del país, en el valle del gran río Hatun Mayo o Mantaro.
De Pucaray a Huamanga
Este lugar llamado Pucaray, ocupada entonces por algunos asentamientos humanos diseminados en su extensa área apareció a la vista de los comisionados, luego que éstos, junto con sus indios auxiliares e intérpretes caminaran por la vega del Pongora y traspusieran esa profunda sajadura ubicada al noroeste de la actual ciudad, llamada Puracuti por los naturales del lugar y Quebrada Honda por los españoles. Al final su nombre original ha prevalecido.
Tras evaluar el lugar se decidió que éste sería el apropiado para la nueva y definitiva sede de la Ciudad de San Juan de la Frontera de Guamanga. El 25 de abril de 1540 los vecinos españoles se instalaron formalmente en Pucaray, con lo cual la segunda y definitiva fundación de la Muy Noble y Leal Ciudad de Huamanga quedó sellada. Y allí permanece. Entre sus fundadores destacan el teniente gobernador Vasco de Guevara, Francisco de Cárdenas y Rodrigo Tinoco.
Pucaray, eran los llanos y altibajos aledaños a las estribaciones y laderas de los cerros Acuchimay al sur y otro al que los conquistadores denominaron La Picota al oeste, entonces atravesado por un riachuelo de aguas claras que acaso calmaron la sed del buen don Pedro Cieza de León en su ir y venir del Cuzco y Lima allá por los años de 1548 y 1550 mientras observaba con mirada zahorí los restos de un viejo imperio y cómo los nuevos dueños de éste se distribuían tierras, minas e indios mientras fundaban ciudades españolas e imponían una nueva religión.
A su paso por Huamanga, que todavía no llegaba a los diez años de fundada, Cieza de León anotó en su crónica que Huamanga tenía las mejores y más altas casas del nuevo reino español que se levantaba en tierras del antiguo Tawantinsuyo.
Una ciudad de españoles y “naturales de la tierra”
Huamanga fue fundada como una ciudad de españoles y “naturales de la tierra”, hecho que se tradujo en la organización urbana que segregaba social y físicamente a estos “naturales” alrededor de las llamadas “parroquias de indios” como la Magdalena o “Uray Parroquia” y de Santa Ana o “Hanay Parroquia” mientras en el centro de la ciudad y en sus cuadrantes o manzanas aledañas que hoy constituyen su centro histórico se erigían, junto a las casonas y casas huertas de los españoles y sus descendientes, iglesias y templos coloniales.
Legado de esa época son las 33 iglesias que alzan airosas y desafiantes al claro y azul cielo huamanguino sus torres y campanarios. Prácticamente existe un templo en cada esquina del centro histórico de la ciudad y a cada uno le corresponde un estilo renacentista, barroco y mestizo, con fachadas de piedra e interiores tallados en madera con altares cubiertos con láminas de plata, como es el caso de la Catedral. En esta riqueza arquitectónica se encuentra, por ejemplo, el estilo Mudéjar de la iglesia del Convento de Santa Clara que es único en su género en la región. O el Barroco con sus columnas salomónicas cuyo detalle saltante es el labrado en roca cheqo de ramas de parra con sus hojas, zarcillos y racimos de uvas como en la imponente fachada del templo del barrio de Pampa San Agustín.
Así de pletórica y variada es la herencia de la arquitectura colonial que también se manifiesta con las casonas solariegas que felizmente todavía quedan en sus principales calles o se ubican en los portales que circundan la Plaza Mayor. O en el antiguo acueducto de Sutuq Chaka que forma parte del sistema de abastecimiento de agua de la Huamanga colonial, acueducto construido con la tecnología hidráulica romana.
Cieza de León, Guaman Poma de Ayala y la “Chapla”
Esa mirada zahorí con la que don Pedro Cieza captaba la esencia y el entorno de un nuevo país que surgía en las circunstancias azarosas que todo mestizaje implica, le permitió ver cómo cultivares traídos por ellos se adaptaban y fructificaban en las nuevas tierras que les daban cobijo. Resalta don Pedro a dos de ellos: trigo y uva y anota tras su paso por Guamanga: “En este río de Viñaque y por otros lugares comarcanos a esta ciudad se coge gran cantidad de trigo de lo que siembran, del cual se hace pan tan excelente y bueno como lo mejor de Andalucía. Hanse puesto algunas partes, y se cree que por tiempos habrá grandes y muchas viñas, y por el consiguiente se darán las más cosas que de España plantaren”.
El pan de Andalucía o Alándalus como era conocido el territorio español bajo dominio del califato de la dinastía musulmana de los Omeya por casi 800 años, marcó al país de los conquistadores con el sello de sus esencias culturales, las mismas que trasladaron a sus nuevos territorios de ultramar, esencias como la panadería y la repostería, por ejemplo. Ese pan andaluz nos es otro que el traído por los españoles y que en Huamanga adquiere su propia personalidad: La Chapla.
Por su parte el gran cronista indio don Felipe Guaman Poma de Ayala – nacido en Sondondo, Lucanas – terminó de escribir su gran crónica dirigida al rey de España en Guamanga hacia el 14 de febrero de 1615. En ella reclamaba justicia y buen gobierno, algo que hasta ahora no se logra en Guamanga y sus pueblos. En lo que respecta a la ciudad Guaman Poma dice: “… y tiene jurisdicción y villas ricas, y comarcas y provincias y está en camino real de Potosí y Cuzco hacia Quito y a la ciudad de Los Reyes de Lima, y tiene monasterios y conventos, iglesias ocho…” En la ilustración que acompaña al texto referido a Huamanga la llama “la gran ciudad de Guamanga”. También señala “la rica comida de pan”, refiriéndose sin duda a la deliciosa “Chapla”, el emblemático pan huamanguino de origen árabe.
Pero junto al pan está el trigo y con éste llega el molino. Durante la colonia y buena parte de la república la región Ayacucho fue una zona de alta producción triguera, cualidad hoy casi inexistente. De los antiguos molinos de factura colonial ubicados en los pequeños valles que circundan la ciudad, todavía quedan algunos, por ejemplo, en Huatatas, quebrada ubicada hacia el sureste la ciudad y a la que puede llegarse fácilmente, pues se halla en el radio de la ciudad.
Con la harina del trigo local Huamanga se convirtió en uno de los mayores centros de producción de pan, tanto para el consumo interno como para el comercio intrarregional que tuvo en los famosos arrieros huamanguinos de Carmen Alto a su principal medio de distribución. Pese a que han desaparecido algunos tipos de panes, felizmente todavía quedan, aparte de la Chapla y su variante en forma romboide el Sayaq Mozo, las Huahuas y Caballlos de Todos los Santos, los Bizcochos, el Pan de Huevo, el Pan Blanco, las Rosquitas, los Qasis, los Bizcochuelos, entre otros.
Una ciudad con alma
Ese río de aguas claras y cantarinas que determinó la ubicación física de la nueva ciudad española ha sido canalizado y cubierto por una gran losa de concreto y convertida en una avenida de intenso tránsito. Antes que esto ocurriera – relativamente hace muy poco – sobre el curso del río en el tramo de lo que hoy es la Alameda de Huamanga mal llamada Valdelirios y el puente de San Sebastián, existían dos puentes coloniales de arco semicircular y fabricados de con roca labrada y argamasa de cal y arena fina. Es decir, los típicos puentes medievales españoles, como todavía pueden observarse en los dos puentes que quedan en el extremo de este tramo: los puentes Orcasitas y San Sebastián. Los puentes que ya no están eran los de San Juan Bautista y de la Tenería, destruidos por un mal concepto de “modernidad” manejado por algún alcalde ignaro. Los puentes mencionados junto con el puente Pérez (en realidad un acueducto), rio arriba de la Alameda, conectaban el oeste del centro histórico con los barrios del este de la ciudad, separados por el río en cuyos márgenes se ubicaban huertas y actividades artesanales como la curtiembre.
Hoy este es prácticamente un río muerto y lo están matando los propios huamanguinos ante la mirada pusilánime de sus autoridades.
Alameda de la Independencia
La Alameda más que un parque es un paseo conformado por el río, un área verde arbolado y un conjunto de construcciones monumentales como el Arco a la entrada y la Azotea. Data de inicios de 1800 cuando bajo el nombre de Paseo de los Reyes en 1806 se convierte en el primer parque y área verde de la ciudad y el Arco de entrada se construyó en 1810 por orden del Intendente Demetrio O´higgins. La llamada Azotea se erige entre 1834 y 1839 por iniciativa del Prefecto de Ayacucho general José María Frias, como homenaje a los diez años de la Batalla de Ayacucho que selló la Libertad y la Independencia de Hispanoamérica y, también, como homenaje a los catorce años de la Declaración de la Independencia de Huamanga en noviembre de 1820 por el Cabildo de Huamanga cuando el general Antonio Álvarez de Arenales, por orden del libertador José de San Martín, llegó a nuestra ciudad como parte de la Expedición Libertadora del Sur.
Ese es el significado del conjunto: Homenaje a la Independencia. Empero, a la Alameda la han denominado con variados nombres: primero fue Paseo de los Reyes luego Independencia, Huamanga, Santa Teresa, Caballitos, Tartaria, Almirante Grau, Bolognesi y últimamente Valdelirios. Este último nombre entra en clara contradicción con el sentido y significado que le diera el prefecto José María Frías: Homenaje a la Independencia que significó la instauración del orden republicano y democrático y a la desaparición del orden autocrático y colonial junto sus “títulos” de Castilla. Don Ricardo Palma en su tradición La rebelión de los capitanes que tiene como escenario a Huamanga y como protagonistas a huamanguinos en un episodio de nuestra agitada historia militar en 1847, llama Alameda de Santa Teresa o de los Caballitos a nuestro emblemático parque.
A principios del siglo pasado este espacio era utilizado como un court de tenis. Ahora tras su evidente deterioro y ante la cercanía del bicentenario de la batalla de Ayacucho, han surgido esfuerzos esporádicos de vecinos y ciudadanos huamanguinos que se han propuesto restaurar este patrimonio invalorable de la ciudad y están pugnando por su recuperación, esperando que en este proceso tanto la Municipalidad de Huamanga, el Gobirno regional así como el Gobierno Central asuman su responsabilidad.
Ayacucho, empero, no ha perdido su alma de antigua ciudad colonial y mestiza. Y ahí está mostrando a quien llega a conocerla o a vivir en ella, su prestancia de antigua ciudad apacible y generosa, pero también la de un centro urbano moderno, dinámico, alegre y bullente. Una ciudad, como diría Jorge Basadre, el historiador de la república, con posibilidades y también con múltiples problemas.
Actualmente Ayacucho es una de las ciudades con la más alta tasa de crecimiento poblacional y urbano del país, así como con una ocupación espacial de territorio casi voraz e incontrolable, una ciudad bullente, emprendedora, con nuevas generaciones de huamanguinos que, lamentablemente, muchos de ellos nada o muy poco saben de su historia o su tradición, es decir de su identidad.
Huamanga es ahora una gran urbe cuya expansión ha ocupado las laderas de los cerros circunvecinos, las quebradas y las antiguas llanos eriazos. Y donde, también, el desorden y congestión de sus calles pareciera que quieren asfixiarla. Una visita al Mirador del cerro Acuchimay permite observar este proceso que ha transformado y sigue transformando a la vieja y a la vez nueva ciudad.
Poesía hecha canción
Pero Ayacucho sigue siendo la ciudad donde el arte popular incorrectamente llamado artesanías en sus diversas dimensiones y manifestaciones, hace de ella una ciudad creativa, artística y donde la música mana cual fuente inagotable en sus letras y acordes, música en la que la guitarra en sus distintos temples o afinamientos es la expresión de su alma, de su sentimiento. La música ayacuchana es, en palabras del ilustre huamanguino, eximio intérprete de la guitarra y reconocido artista a nivel nacional e internacional doctor Raúl García Zárate, poesía hecha canción. Y lo es, sea ésta totalmente en español, en quechua o en la mágica combinación y complementariedad de ambos idiomas…
“Marqay qunta rosasmantam
a ti sola te escogí kuyakuq kaspay
a ti sola te elegí wayllukuq kaspay
Chayna chayna kuyasqatam
con ingratitud me pagas waqachiwaspayki
con ingratitud me pagas llakichiwaspayki…”